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jueves, 6 de febrero de 2014

LA BOTA DE VINO , PRENDA INDISPENSABLE

Desde hace ya  varios años y no pocas actividades,  cuando  he acompañado  a mis amigos  y compañeros de correrías del Grupo Senderista Palmeño, voy  bien pertrechado con mi  bota de vino  cuyo contenido dulce  "quita el sentio", ,calienta  nuestros cuerpos andarines  en  los días de invierno, por esos páramos y montes de Dios y   parece como si te empujara, seguramente por su alto contenido en azúcar, cuando subiendo a la montaña te sientes desfallecer. 

Pero nunca había desvelado dos secretos: la causa de la bota y cual es la mezcla fantástica del vino. 

Pues bien, el primero de los enigmas ya se ha desvelado pues  recurriendo a la historia observamos en estos documentos que  os adjunto  que  ya era un elemento importante entre la indumentaria reglamentaria de los soldados del ejército español.

Fue adoptada como prenda reglamentaria para su ejército de ultramar en Cuba por Real Orden de 17 de noviembre de 1897, hace ya algunos años.  Recibió el informe favorable del Capitán General de la Isla de Cuba y  desde entonces se adoptó como prenda necesaria en la uniformidad del ejercito. Su precio por aquel entonces era de 2,25 pesetas  y se instaba a los interventores a realizar los pedidos de botas  al comerciante catalán Juan Naranjo.

Por cierto,  observad varias cosas en este ultimo párrafo:
-         El comerciante que las vendía  era catalán.
-         El precio de la bota era de 2,25 pesetas , precio este que  hade  mas de 100 años era  abusivo, y
-         Se “instaba” a los interventores a comprar  las botas a este comerciante.

 De cajón se deduce que  alguien se estaba  forrando a comisiones que este catalán “espabilao”  repartía para  mantener  la exclusiva de un producto a todas luces carísimo.

La corrupción no ha cambiado, solo su precio

Un amigo me ha facilitado  esta documentación que veis fotocopiada, de la relación de prendas de un recluta del Regimiento de Infanteria Africa 68, donde aparece  la bota entre las prendas, aunque tras la desaparición  del ejercito de ultramar, y seguramente porque alguien descubriría el pastel,  dejó de ser suministrada a las tropas.

Una pena. Seguramente si  hubiera seguido siendo prenda reglamentaria, y  de paso se hubiera sustituido por algún  arma, posiblemente  se hubieran visto las guerras de otro modo, aunque sigo viendo  en el plano de la utopía lo de hacer el amor y no la guerra, aunque solo fuera por  haberse terminado la ración  reglamentaria de vino.

Ya sabéis  por qué , haciendo honor  a la historia, llevo siempre mi bota de vino. Si acaso, ofrezco a mis amigos y compañeros senderistas   que adopten la bota como  “arma reglamentaria”, para realizar nuestra sana actividad . Pero  por mucho que yo proponga esto, no esperéis que  desvele el otro secreto: La mezcla de los cuatro tipos de vino que lleva la bota y sus proporciones exactas esta guardada y bien guardada.