El 22 de marzo de 1983, con el
nacimiento de aquella primavera se extinguió la vida de mi tio Francisco Mohedano. Han
transcurrido 31 años desde entonces,
tiempo en que los pliegues del recuerdo
han arropado éste en el seno de
mi familia, pero empolvado en un trastero olvidado de la sociedad palmeña.
Tan solo en aquellos primeros años, en que su figura y
su obra aún perduraba fresca en el recuerdo ,yo mismo, en un ejercicio de cariñosa recopilación de su
amplia obra , publiqué con grandes
esfuerzos un texto que recogía toda su poética de tintes
religiosos en su mayoría y que lamentablemente no recibió el placet de un servicio de publicaciones dirigido precisamente por un “compañero” de
sacerdocio, mucho más volcado entonces en los entresijos del poder terrenal,
que consideró que “la poesía no interesa, y mucho menos la religiosa”
Es pues el trigesimoprimer aniversario de su muerte y en este dia que celebra el internacional de
la poesía, es un buen momento de desempolvar
su obra y su recuerdo y recuperar
y valorar como merece al sacerdote, al hombre, al poeta que fue
Francisco, y abrir con esta entrada el anticipo de otros textos que en
este año quisiera publicar en su
memoria.
Mi tio Paco, al que quienes lo
recuerdan dicen que me parezco en muchos aspectos de su personalidad, reunía
y convivían en ésta tres aspectos a veces antagónicos, a veces
compatibles, a veces enfrentados en el excelso trastorno de la múltiple
polaridad de los grandes personajes que resulta
incomprensible para las
personas comunes.
Fue sacerdote hasta su última
hora, sencillo, humilde , dedicado a personas
sin recursos, prefirió la
iglesia de la pequeña aldea a las
grandes parroquias , se ofreció
más a la gente humilde que a
poderosos, estaba más a gusto
entre gente sencilla , con su sotana raída que
embutido en ricas casullas. No era amante de ritos, circunloquios o
rebuscamientos en su trato con las personas: decía lisa y llanamente lo que
pensaba. Y esto le granjeó no pocos problemas con la autoridad religiosa y la
incomprensión e incluso el rechazo
de algunos.
A mi tio el cura le pilló un poco
tarde el advenimiento de la democracia,
pero sin duda que de haber sido mas
joven en esta época hubiera sido un cura
obrero, “progre”, comprometido
socialmente , con una vida orientada a transmitir y poner en práctica las enseñanzas de amor al prójimo, el perdón
y la solidaridad que nos transmiten los Evangelios.
Pero también fue hombre, y como tal sintió lo que
alguien llamaría tentación y que no es sino una inclinación natural y
humana que le persiguió y le
atormentó en varios capítulos de su vida. Dice otro cantante y poeta de mis
referentes que la mejor forma de vencer
la tentación es sucumbir de lleno en sus brazos. Pero Francisco no sucumbió: resistió y sufrió la eterna lucha entre la obediencia
y la rebeldía, el celibato y el amor humano, el amor humano y el amor divino, el
hombre y el cura, soledad y la
convivencia....
Y también fue poeta. Y en sus
textos de métrica antigua y desusada aparece en ocasiones
ese amor divino del sacerdote
para continuar en la estrofa
siguiente con la referencia más
mundana y entre una y otra el tormento, la confusión, el dolor.
Baste por ahora transmitiros
estos breves retazos de su figura y
para muestra y conmemoración,
estos breves y encendidos versos:
Señora:
porque tenías
toda el alma
de cristal
vimos mejor
el puñal
con que tu
misma te herías.
Que aquel dolor que sentías
era un dolor
maternal
Y ese
amargo llanto hecho
cristal
en tu limpia cara.
Y ese puñal
que separa
en dos
riberas tu pecho...
es para que
pueda el mar
de tu
llanto correr fuera.
¡Para qué
saber pudiera
el hombre lo
que es llorar!
Que
sufrir de esa manera
sola una
madre es capaz.
Por eso será quizás
quererte
tanto , Señora,
que a una
madre cuando llora
se la quiere
mucho más