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viernes, 21 de marzo de 2014

En Memoria de Francisco Mohedano. Sacerdote, hombre y poeta



El 22 de marzo de 1983, con el nacimiento de aquella primavera se extinguió la vida  de mi tio Francisco Mohedano. Han transcurrido  31 años desde entonces, tiempo en que los pliegues del recuerdo  han arropado éste  en el seno de mi familia, pero empolvado en un trastero olvidado   de la sociedad palmeña.

Tan solo  en aquellos primeros años, en que su figura y su obra aún perduraba fresca en el recuerdo ,yo mismo, en un ejercicio de  cariñosa recopilación   de  su amplia obra , publiqué  con grandes esfuerzos  un texto  que recogía toda su poética de tintes religiosos en su mayoría y que lamentablemente no recibió el placet de  un servicio de publicaciones  dirigido precisamente por un “compañero” de sacerdocio, mucho más volcado entonces en los entresijos del poder terrenal, que consideró que “la poesía no interesa, y mucho menos la religiosa”

Es pues  el trigesimoprimer aniversario de su muerte  y en este dia que celebra el internacional de la poesía, es un buen momento de desempolvar  su obra y su recuerdo y recuperar  y valorar  como merece  al sacerdote, al hombre, al poeta que fue Francisco, y abrir con esta entrada el anticipo  de otros textos que  en este año  quisiera publicar en su memoria.

Mi tio Paco, al que quienes lo recuerdan dicen que me parezco en muchos aspectos de su personalidad,  reunía  y  convivían en ésta  tres aspectos a veces antagónicos, a veces compatibles, a veces enfrentados en el excelso trastorno de la múltiple polaridad de los grandes personajes que resulta  incomprensible  para  las  personas comunes.

Fue sacerdote hasta su última hora, sencillo, humilde , dedicado a personas  sin recursos, prefirió    la iglesia de la pequeña aldea  a las grandes  parroquias ,  se ofreció  más a la gente humilde que a  poderosos,  estaba más a gusto entre gente sencilla , con su sotana raída que  embutido en ricas casullas. No era amante de ritos, circunloquios o rebuscamientos en su trato con las personas: decía lisa y llanamente lo que pensaba. Y esto le granjeó no pocos  problemas  con la autoridad religiosa y la incomprensión  e incluso el rechazo de  algunos.

A mi tio el cura le pilló un poco tarde  el advenimiento de la democracia, pero  sin duda que de haber sido mas joven en esta época hubiera sido un  cura obrero, “progre”, comprometido  socialmente , con una vida orientada a transmitir  y poner en práctica  las enseñanzas de amor al prójimo, el perdón y la solidaridad que nos transmiten los Evangelios.

Pero también  fue hombre, y como tal  sintió lo que  alguien llamaría tentación y que no es sino una inclinación natural y humana que le persiguió  y le atormentó  en varios capítulos  de su vida. Dice otro cantante y poeta de mis referentes que  la mejor forma de vencer la tentación es sucumbir de lleno en sus brazos. Pero Francisco  no sucumbió: resistió  y sufrió la eterna lucha entre la obediencia y la rebeldía, el celibato y el amor humano, el amor humano y el amor divino, el hombre y el cura,  soledad y la convivencia....

Y también fue poeta. Y en sus textos  de métrica antigua y  desusada aparece  en ocasiones   ese amor divino del sacerdote  para continuar en la estrofa  siguiente  con la referencia más mundana y entre una y otra el tormento, la confusión, el dolor.

Baste por ahora  transmitiros   estos breves retazos de su figura y  para  muestra y conmemoración, estos breves  y encendidos versos:

Señora: porque tenías
toda el alma de cristal
vimos mejor el puñal
con que tu misma te herías.
Que  aquel dolor que sentías 
era un dolor maternal

     Y ese  amargo llanto hecho
cristal en  tu limpia cara.
Y ese puñal que separa
en dos riberas tu pecho...
es para que pueda el mar
de tu llanto  correr fuera.
¡Para qué saber  pudiera
el hombre lo que es llorar!
Que sufrir  de esa manera
sola una madre es capaz.

            Por eso será quizás
quererte tanto , Señora,
que a una madre cuando llora
se la quiere mucho más




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