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martes, 3 de abril de 2012

INCIENSO Y AZAHAR

Martes Santo.

Mientras desde mi balcón contemplo contemplo con recogimiento el paso del Cautivo, abro todos mis sentidos  para captar hasta el último detalle: El caminar pausado de los nazarenos, el paso rítmico  al son de las bandas de los costaleros  y portadoras de preciosos y cuidados pasos, la tristeza en el rostro de las imagenes, la mujer que pasa y como descuidada besa el manto de la Virgen...en suma un conjunto de sensaciones que se resumen en un sentimiento  y expresividad barroca propios de la forma de ser del andaluz.

Y pienso que la Semana Santa palmeña es igual  en sus rituales a tantas y tantas  de otros pueblos y ciudades andaluzas, pero debe tener  una seña de identidad que la distingue y hacn que la disfrute tanto.

¿Cual? Córdoba es recogida en su barroquismo, Montilla tiene sus romanos, Puente Genil sus figuras bíblicas, Baena sus coliblancos y colinegros... y Sevilla al contrario que Córdoba es el colmo de la expresividad y la pasión entregada.

¿Y Palma, Cual es la seña de identidad?
Y de pronto la descubro, cuando pasa el monaguillo con el incensario e inunda mis sentidos con el olor de la cera derretida y el incienso  envuelto en un halo de azahar en flor  que inunda calles y plazas de mi pueblo. ¿Como describir este olor? ¿Cómo escribir las sensaciones que percibo cuando paseo por las mañanas  por la huerta palmeña?

Ese olor, suave, a la vez que denso,  del azahar palmeño cuando despunta  en primavera, cuando coincide su plenitud con la Semana Santa y se mezcla con el incienso  y la cera es la auténtica seña de identidad de la Semana Santa palmeña.

Es la sensacion que permanece  en nuestros sentidos cuando el sonido de los tambores y cornetas se aleja y con nosotros queda el silencio de la noche palmeña.

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