“Hay lugar para el optimismo porque España tiene españoles y eso es una
cosa muy seria”. La frase es de Mariano Rajoy y resume un nacionalismo
trompetero y triunfalista, el mismo que nos ha llevado hasta aquí.
Hoy , en el dia de la reflexión, en el que los españolitos no nos vamos a parar a reflexionar, quiero compartir con vosotros algunos de los Artículos incluidos en un curioso libro que resulta muy recomendable: EL RELAXING CAFE CON LECHE Y OTROS HITOS DE LA MARCA ESPAÑA.
Os copio aqui el prólogode Ignacio Escolar que resume magnificamente el contenido del libro y que por si mismo ya te convennce de que abandones la reflexión y votes lo que sea excepto a(no puedo decirlo que no estaria bien pero ya te lo imaginas)
"En el libro, que ya está a la venta,
también participan Maruja Torres, Iñigo Sáenz de Ugarte, Rosa María
Artal, Javier Gallego, Lucía Lijtmaer, Antón Losada, June Fernández,
Antonio Baños y Manel Fontdevila.
Perdonen la frivolidad, pero el desastre de Madrid 2020 a mí me
recuerda a otro fracaso más doméstico de la marca España: la derrota de
Rosa López, “Rosa de España”, en Eurovisión. Seguro que lo recuerdan,
fue en el año 2002. Rosa fue la vencedora del primer Operación Triunfo,
ese reality del que también salieron otros monstruos de la canción ligera como Chenoa, Bustamante o Bisbal.
La final de Operación Triunfo llegó a sumar a más de 12 millones de
personas frente al televisor, un récord solo al alcance de una final de
fútbol. Tras ese éxito de audiencia, la fiebre se disparó. Media España
estaba convencida de que esa cantante granadina de extraordinaria voz
iba a arrasar; que Europa entera se rendiría ante el talento de este
patito feo convertido en cisne por la televisión y España recuperaría el
trono europeo de la canción, un certamen que no gana desde 1969, el año
que John Lennon se casó con Yoko Ono.
Antes de Operación Triunfo, Rosa tenía un sueño: abrir un asador de
pollos en su barrio. ¿Quién podría resistirse ante esta cenicienta
transformada en princesa?
Rosa quedó séptima en Eurovisión.
http://ts4.mm.bing.net/th?id=WN.2JEC4GKyBiIMWpqo5KuzeA&pid=15.1
El diario El País le dedicó su foto portada de al día
siguiente con el titular: ‘Decepción en Tallín’ (la capital de Estonia,
donde ese año se celebraba el festival). Era la palabra justa,
decepción, porque de verdad era mayoritaria la opinión en las calles y
en los medios de comunicación españoles sobre las posibilidades de Rosa
para vencer, a pesar de que ni las casas de apuestas extranjeras ni la
prensa internacional daban a la cantante granadina la más mínima
posibilidad. ¿Qué podía haber salido mal?
Probablemente, que en el resto de Europa ni leen la prensa española
ni ven nuestra televisión. La propaganda es un hechizo muy eficaz, pero
su poder se diluye cuando uno se aleja del último altavoz que repite el
mensaje falaz. La empatía que sentían muchos españoles por Rosa, por su
historia personal, por motivos completamente ajenos a lo musical, no
servía de mucho ante una votación internacional de telespectadores que
jamás habían visto a Rosa llorar, esforzarse y triunfar en el karaoke.
La decepción siempre es directamente proporcional a las expectativas.
Y las expectativas de la candidatura olímpica de Madrid 2020 no podían
ser mayores. Al igual que con Rosa, los medios de comunicación estaban
completamente entregados a la causa, igual que un amplio porcentaje de
la población. Al igual que con el fracaso eurovisivo, las casas de
apuestas y la prensa internacional no compartían el optimismo
patriótico, pero esto ni aguaba la fiesta previa ni restaba un gramo de
entusiasmo a los pronósticos dentro del país.
“Madrid lo merece”, titulaba El Paíssu editorial del 6 de
septiembre de 2013, unos días antes de la votación de la ciudad
organizadora por el COI. El editorialista recordaba que “el de Madrid es
el Ayuntamiento más endeudado de España” (y parte del extranjero), pero
eso no parecía un problema: era por “el desarrollo de sus
infraestructuras que en 2020 facilitarían la celebración de este evento
global”.
El diario El Mundo vendía la piel del oso antes de cazarlo:
“50 de los 98 miembros del COI han prometido votar a Madrid”, titulaba
en su portada el 4 de septiembre. Y aquellos pocos –minoritarios en los
medios– que cuestionaban las posibilidades reales de la candidatura
olímpica madrileña, o su oportunidad en plena crisis económica, eran
tachados de cenizos, de aguafiestas o de antiespañoles. Una encuesta
llegó a cifrar el apoyo popular a la candidatura en el 91%, un dato sin
duda irreal pero que muy pocos cuestionaron. España –o al menos la
España oficial– enfrentaba la designación olímpica con la moral bien
alta. Tan alta como fue la decepción.
Madrid 2020 quedó eliminada en la primera ronda. Para la historia
queda el traspiés de algunos medios de comunicación: tan grande era la
seguridad en la victoria que dieron la noticia erróneamente y anunciaron
en un primer momento que la candidatura española había pasado el corte
cuando ya se había quedado fuera. Quedaron lost in translation, perdidos en la traducción, como ese discurso para la historia de la alcaldesa Ana Botella y su “relaxing cup of café con leche in Plaza Mayor”.
Además de un contrasentido –la cafeína es un estimulante, no un
relajante, incluso en la Plaza Mayor– la cita y su contexto sirve como
destilado de la marca España. La derrota olímpica es un concentrado de
esa actitud patriotera que, de tan soberbia, se acaba creyendo su propia
propaganda. La “relaxing cup of café con leche”, como icono de aquel
fracaso, resume lo peor de esa actitud, empezando por cómo se gestó la
frase. Fue obra de un consultor internacional, Terrence Burns, que cobró
una millonada por ayudar a la candidatura madrileña a fracasar. Burns
entrenó personalmente a la alcaldesa Botella para preparar su alocución.
Viendo el resultado –una obra maestra del humor involuntario–, cabe
preguntarse cómo era la oratoria de la alcaldesa antes de las clases del
señor Burns.
La derrota olímpica sacó lo mejor de cada uno. “Tongo olímpico”, tituló al día siguiente en su portada La Razón.
Al igual que el capitán Renault en Casablanca, muchos descubrían
entonces, escandalizados, que en este local se juega: que el COI es un
organismo “corrupto” que “se vende al mejor postor” (¡oh, sorpresa!).
Algo parecido pasó con Eurovisión, donde hubo muchos que, tras el
fracaso de Rosa, concluyeron que las uvas no estaban maduras y que
tampoco era necesario convertir un festival de la canción más bien
hortera en una cuestión de Estado. Probablemente el fracaso de Rosa está
indirectamente detrás de la nominación del Chikilicuatre al
festival: ya que es un circo, nos lo tomaremos como tal, decidieron los
ciudadanos que escogieron como candidata esa canción. España en aquella
ocasión quedó en el puesto 16, pero nadie se llevó decepción alguna y,
si se mide en términos de audiencia, el Chiki-chiki logró en España
tanto share como Rosa de España. La historia, repetida como farsa, funcionó igual de bien que la tragedia.
El regreso desde el sueño olímpico, la vuelta en avión desde Buenos
Aires, sirve también de metáfora de estos últimos años: de la decepción
de un país que se creía rico, sofisticado y europeo, y se ha dado de
bruces con un paro subdesarrollado y el aumento de la miseria y la
pobreza entre amplios sectores de una sociedad deprimida y sin un
proyecto en el que creer.
No todos salen igual de la derrota, también en esto hay clases. Unos
regresan en el jet privado de un constructor, como hizo el presidente de
Madrid, Ignacio González, y su esposa, desde Buenos Aires tras la
derrota de Madrid 2020. Otros se van en metro a casa desde la Puerta de
Alcalá, con la cara desteñida por la bandera rojigualda pintada en la
mejilla con la que se salió a festejar esa victoria que nunca llegó.
De esto va este libro: de un país donde el Gobierno se llena la boca
por la defensa de Gibraltar (¡español!) mientras amplía las bases
estadounidenses sin apenas oposición. De un lugar que presume de la
“generación mejor formada de la democracia” a la que se invita a
emigrar. De una España que dio lecciones morales al mundo sobre justicia
internacional y crímenes contra la humanidad mientras mantenía (y
mantiene) la impunidad. De un cuento con éxito de crítica y público, la
Transición (sin pecado concebida), que ahora está en cuestión.
“Hay lugar para el optimismo porque España tiene españoles y eso es
una cosa muy seria”. La frase es de Mariano Rajoy y resume un
nacionalismo trompetero y triunfalista, el mismo que nos ha llevado
hasta aquí.
Bueno lo dicho: vota en conciencia,pero de paso hazte con el libro que es muy recomendable su lectura.
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